A finales del 2017 la nación volvió a convulsionarse debido a la reapertura de una de sus heridas más sensibles, aun no cicatrizada. Los protagonistas principales de ésta convulsión fueron el Presidente de la República actual y otro ex presidente, preso. El acto de volver a abrir la herida, creo yo que sin un análisis concienzudo del costo-beneficio que ello generaría, se llamó indulto.
El Presidente justificó su acto como perdón humanitario. El ex presidente habló de reconciliación. Tal como se hizo, ni lo uno ni lo otro han logrado resultado positivo alguno para la nación, al contrario la herida se ha abierto más, se ha ampliado la polarización social en el Perú y por increíble que parezca, la polarización nacional a generado dos grandes grupos, los fujimoristas y los anti fujimoristas. Digo increíble porque hay gente que apoya al régimen de los noventas, que fue autócrata, hubo hurto agravado, colapso deliberado de la institucionalidad democrática, se asesinó, se esterilizó sin consentimiento, se copó los otros dos poderes del estado, y no existe, ni el reconocimiento ni el arrepentimiento por ello. Y del lado gubernamental, mencionar que hubo excesos y errores en los 90´s, es indignante para la mayoría, lo será aun más para los directamente afectados.
Nadie, en el Perú, duda que existió un trueque (negociado) en ése acto llamado indulto y hacen mal, muy mal, en pretender "vestirla" con ropajes que en lugar de cubrirla logran una hediondez intolerable.
El ejercicio directo de la política implica la existencia de actos y gestos, propiamente de los políticos hacia la ciudadanía, en este caso el gobernante tiene la responsabilidad ética, como gesto, con los involucrados y con la historia de no ignorar o soslayar los delitos y crímenes cometidos, sin embargo prefirió sacrificar parte de la democracia, cual ficha de ajedrez, en la que él no consideró al pueblo que sufrió.
La reconciliación que se necesita en el Perú es del estado con la nación y no entre las fuerzas políticas. Con la nación porque ésta se siente decepcionada, principalmente la población que sufrió las violaciones de los derechos humanos, terrorismo, hiperinflación, debacle de la clase política, corrupción, etc, en el país aún hay heridas muy profundas que no han sido curadas.
Como se puede deducir, la reconciliación abarca un extenso espectro. Las preguntas obligatorias sobre el tema de la reconciliación son:
- ¿Quién la iniciará?.
- ¿Quién la liderará?.
- ¿Quién tiene la autoridad moral para llevarla a cabo?.
Para Sigmund Freud, "lo que produce frustración, decepción, dolor, impotencia, es el incumplimiento de lo que se promete", y en el Perú hay muchísimo incumplimiento, mucha desidia, mucha incapacidad de hacer el bien sin mirar a quién, mucho "Pepe el vivo", incapacidad para negociar como ejercicio político, guardando la distancia con la negociación gerencial.
En la vida real, la polarización existente nos está paralizando, anula el juego democrático nacional, anula o limita el accionar de las instituciones públicas, lleva a la mínima expresión el desarrollo económico, desvirtúa una correcta aplicación de la gestión del riesgo de desastres, genera frustración, se troca al adversario por enemigo, etc.
¿Qué se necesita para perdonar como sociedad?, ¿qué se necesita para alcanzar la anhelada reconciliación?.
El arrepentimiento real, el perdón real y tiempo. Todo ello implica un gran proceso de cambio, proceso en la que las fuerzas políticas se retiren a sus cuarteles de invierno a reinventarse como seres humanos, para no vernos como tontos útiles, ignorantes o número de votantes.
Los peruanos debemos afrontar éste reto social con el poder inherente que poseemos, la valoración previa a la votación. Eduquemos a nuestros hijos para que sepan decidir.
"Con solo temer a la mediocridad, ya se está a salvo". (Sigmund Freud - Psicoanalista).