Politizar la justicia o judicializar la política

Aunque el título de la disertación es otra, consideré atreverme a cambiarlo por lo impactante que es el que uso para ésta publicación. Nuestro desconocimiento por el ámbito jurídico (léase casación, apelación, deontología, tráfico de influencias, jurisprudencia, entre otras terminologías) puede jugarnos una mala pasada frente a las decisiones que como personas comunes y corrientes tomamos en momentos específicos y claves a su vez (elecciones, referendum), sin embargo Andrés Calderón hace bien en instruirnos e inmiscuirnos técnicamente y fuera del apasionamiento del espectro social, de la verborrea de pseudos abogados y de desgañitada forma, dizque, de brindar apoyo. Es decir, un poco de "ubicaina".

**************************************************

“Crímenes políticos”, por Andrés Calderón
05.11.2018 / 02:30 pm - El Comercio

Uno puede argumentar jurídicamente que Keiko Fujimori sí cometió el delito de lavado de activos. También puede sostener que la conducta imputada a Keiko y Fuerza 2011 (hoy Fuerza Popular) de recibir dinero de Odebrecht y ocultar su origen no califica como delito. Ambos puntos me parecen válidos en el debate. Lo que sí resulta una oda a la ignorancia (o al fanatismo) es afirmar que el proceso a Keiko –prisión preventiva incluida– es político.

La investigación del fiscal José Domingo Pérez ha sido prolija en la recolección de evidencias para sustentar que Fujimori y compañía recibieron dinero de Odebrecht y realizaron osados pero torpes esfuerzos para esconder su procedencia. Y fueron la propia Keiko y sus vasallos en Fuerza Popular quienes proporcionaron todas las armas para convencer a cualquier juez razonable de que esta agrupación estaba usando su poder político para obstruir un proceso judicial. Resultado: prisión preventiva.



Pero aquí no acaba el caso. La discusión trascendental se dará en la etapa intermedia y, eventualmente, en el juicio oral. Allí se definirá si Keiko, Yoshiyama y compañía conocían o debían suponer el origen ilícito de un aporte millonario y gratuito, premisa necesaria para un caso de lavado de activos. Se trata de un debate no acabado. Lo he conversado con varios penalistas a quienes respeto y todos coinciden al menos en ese punto: jurisprudencialmente, aún no se ha establecido un parámetro definitivo para presumir que determinado aporte sea de fuente ilícita.

Tan polémico es el asunto que tres instancias judiciales independientes no se animaron a rechazar la naturaleza potencialmente delictiva del ocultamiento de los aportes de Odebrecht en el 2011. ¿Cuándo? Cuando se dictó la prisión preventiva para Ollanta Humala y Nadine Heredia, y tanto la apelación como la casación fueron rechazadas.

Por eso, me causan gracia los “expertos” de Twitter que sueltan conclusiones contundentes ahí donde jueces y especialistas siguen discutiendo.

En opinión de este humilde columnista, y hasta lo que se conoce del caso, Keiko Fujimori debería salir libre por el delito de lavado de activos… pero sí debería responder por varios otros delitos que se le imputan. Y en esa cuerda floja se balancean otros miembros de Fuerza Popular.

No habría estado de más, entonces, que en esos cónclaves de política partidaria en Cieneguilla hubieran incluido unas cuantas sesiones de capacitación en derecho penal (y ética). Tipos penales como intimidación contra la autoridad, abuso de autoridad, rehusamiento o demora de actos funcionales, cohecho activo, tráfico de influencias, encubrimiento real, obstrucción de la justicia, falsa declaración en procedimiento y falsificación de documentos debieron entrar en el ‘syllabus’.

Quienes politizaron la justicia no fueron Pérez o Concepción Carhuancho, sino Becerril y Torres cuando pactaron sospechosas reuniones con el ‘hermanito’ Hinostroza, quien eventualmente vería el caso de Keiko. Fue Salgado, al amenazar (“no se está metiendo usted con cualquiera”) al fiscal Pérez mientras allanaba el local de Fuerza Popular. Fueron Figari, Letona, Bartra y demás ‘boticarios’ coordinando el blindaje a Chávarry e Hinostroza por una “cuestión de supervivencia”, como si fueran sus abogados defensores y no las autoridades que, se supone, debían analizar una acusación constitucional bajo el deber de imparcialidad.

Estas acciones serán investigadas y juzgadas no por su (in)corrección política, sino por su infracción a la ley y la Constitución. No es culpa de la ley que algunos políticos se comporten como si no tuvieran que rendir cuentas frente a ella. Como si la inmunidad durara para siempre. Fuerza Popular intentó politizar la justicia y lo único que consiguió fue judicializar la política.

A ningún país le conviene tener a sus políticos en la cárcel. Pero, menos aun, tener a políticos criminales fuera de ella.

**************************************************

A decir de muchos como yo, peruano que cree en la decencia y en el actuar, también, en pos del bienestar común, nos sentimos defraudados, engañados y tomados por tontos en nuestras narices. ¿Es bueno o malo?, ¿nos sirve?, ¿nos hace daño?, son preguntas internas que cada uno podemos hacernos y es difícil hallar respuestas a éstos y otros cuestionamientos.

Difícil por que no podemos intervenir directamente.

Nos hace daño, la nación y el país se sustenta en el desarrollo económico y éste en sus instituciones estatales (ejecutivo, legislativo, judicial) y éstos tres no logran la armonía de establecer las prioridades de la nación.

Nos sirve de poco, hemos tenido una corrupción que descalabró el país y la hemos visto repetir.

Es bueno y malo a su vez. Malo porque nos hace daño y bueno porque podemos intentar establecer decisiones finales para que ésto acabe. Todavía hay gente con ganas de querer hacerlo.

Muy buena frase la de Andrés, para terminar la publicación y para conducirnos (yo diría, obligarnos) a analizar el espectro social, político y económico de los momentos actuales del Perú: "A ningún país le conviene tener a sus políticos en la cárcel. Pero, menos aún, tener a políticos criminales fuera de ella".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La compañía personal

 Este texto, brutalmente honesto, la escribió Sylvia Plath con 17 años, en una carta dirigida a un amigo (enero 1970). Líneas antes: "E...